Lo que nadie te dijo del suelo pélvico: Prolapsos y cómo evitarlos

El prolapso de órganos pélvicos ocurre cuando descienden de su posición habitual  la vejiga (cistocele), el útero (histerocele), el recto (rectocele) o las asas intestinales (enterocele) debido a una debilidad en los músculos y ligamentos del suelo pélvico. Un descenso que podemos encontrar con diferentes grados de gravedad (I-IV). 

Este trastorno es más frecuente en mujeres que han tenido partos vaginales, que han pasado por la menopausia o que han realizado esfuerzos físicos excesivos sin una adecuada gestión de cargas. La realidad es que el 40% de las mujeres entre 45-85 años tienen un prolapso de órgano pélvico objetivable pero solo el 12% son sintomáticos.

Aunque no siempre produce síntomas evidentes, muchas mujeres experimentan una sensación de pesadez en la pelvis, molestias al estar de pie por largos períodos o dificultades para orinar y defecar. En los casos más avanzados, el prolapso puede llegar a sobresalir a través de la vagina, afectando significativamente la calidad de vida.

Estas son algunas de sus principales causas:

  • Partos vaginales múltiples o traumáticos, que pueden debilitar los tejidos de soporte.
  • Menopausia y envejecimiento, con la consecuente pérdida de colágeno y elasticidad.
  • Sobrecarga por obesidad o esfuerzo físico inadecuado, que aumenta la presión abdominal.
  • Cirugías ginecológicas previas, como la histerectomía, que pueden alterar la estabilidad del suelo pélvico.

El tratamiento varía según la gravedad del prolapso y las necesidades individuales de cada mujer. Desde la fisioterapia especializada y el uso de pesarios vaginales para sostener los órganos prolapsados hasta la cirugía reconstructiva en los casos más avanzados, existen diversas estrategias para mejorar los síntomas y evitar su progresión.