Comer fuera con los niños…¡Disfrutar es posible!

A partir de unos años, no suelen dar muchos problemas ya que se empiezan a comportar como “mayores”. El miedo viene cuando son demasiado pequeños para comprender que no hay que montar un espectáculo en la mesa. Entonces… ¿Qué hacemos? ¿Tiramos de canguro o nos quedamos en casa? Nosotros tenemos una opción mejor…¡Salir con toda la tropa! ;) Por eso, hoy os damos algunos consejos para conseguir que este momento sea cómodo y placentero para todos. ¿Listos para tomar nota?

En primer lugar… No sirve cualquier restaurante

Ser previsores será nuestra mayor ventaja. Por ello, debemos elegir un sitio que se adapte a lo que queremos. Por ejemplo, podemos optar por los kids friendly, donde tienen todas las comodidades para que nuestros peques estén en su salsa.

¿Que te gusta otro tipo de restaurante? No pasa nada… Eso sí, en este caso tendremos que asegurarnos de que el sitio cuente con ciertas facilidades, como por ejemplo:

  • Que sea un lugar tranquilo y espacioso. De esta forma podremos poner el carrito cerca sin molestar mucho a los que están al lado. Hay que evitar el jaleo excesivo para que no sea un motivo de llanto. Vamos, que si el peque se puede dormir, mejor que mejor.
  • Que cuente con tronas. Este punto se puede evitar ya que, si queremos ir por lo seguro, podemos optar por llevar nosotros mismos una trona portátil.
  • Que tenga un buen servicio. ¿Y esto por qué es importante? Aunque parezca una tontería, esto es fundamental en un restaurante.  Y es que, si el personal es amable, no tendremos ningún problema en que puedan adaptar algún plato al gusto o necesidades del niño, que nos calienten los biberones, etc. En cambio, si elegimos un sitio en el que tardan demasiado tiempo en sacar nuestra comida o en el que apenas nos prestan atención, será complicado que todo salga a pedir de boca.
  • Que no se pasen con la temperatura. Muchos restaurantes pasan a tener temperaturas extremas, ya sea por el aire acondicionado o la calefacción. Y este factor no es que ayude mucho a que los peques estén tranquilos. Para evitar esto tenemos tres opciones… Que modifiquen la temperatura (hay algunos que son muy amables y lo hacen), cambiar de sitio o arriesgarnos y rezar para que no escuchar los temidos llantos.

En segundo y último lugar… Asumir que son niños.

Si. Aunque a veces nos cueste mentalizarnos, los peques no se pueden comportar como adultos. No podemos esperar que estén quietos más de una hora en una silla si no tienen algún entretenimiento, o que nuestro bebé no haga ruiditos o llore un poco, a no ser que esté dormido.

Por este motivo, las distracciones durante este rato son fundamentales. Tenemos un montón de opciones, como pintar, hacer pasatiempos, llevar algún libro o juguete, etc.  Hay quien recurre a la tablet o el móvil. La verdad es que puede ser de gran ayuda, pero debe ser puntual, ya que si no se convertirá en un hábito del que no podrán prescindir.

Otro factor a tener en cuenta es su horario de comida y siesta. Siempre que podamos, es mejor que lo sigan cumpliendo, ya sea dándoles de comer antes en casa, o bien reservar a una hora más temprana de la habitual. Con esto evitaremos hacerles esperar y no se sentirán cansados, hambrientos e irritables.

Si lo que queremos es pasar un rato en pareja, un truco es hacer que nuestra comida coincida su hora de la siesta. De esta forma comeremos tranquilos pero sin dejar de vigilar a nuestro bebé.

Ya véis que salir a comer con los pequeños no tiene por qué ser una aventura. Además tenemos que pensar que estas experiencias son muy enriquecedoras para ellos, ya que les invita a probar nuevos sabores y, lo más importante, aprenden a comportarse mientras disfrutamos en familia… Así que ármate de valor, ten mucha paciencia y disfruta de una buena comida con toda la tropa :)